sábado, 27 de septiembre de 2014

CRAWLSPACE (1986)


Karl Gunther es en apariencia un tranquilo -aunque algo misterioso- casero que administra un bloque de departamentos, los cuales renta a mujeres solas. Lo que sus inquilinas no saben, es que en realidad se trata de un doctor trastornado, hijo de un criminal nazi, quien tiene secuestrada a una chica en el ático. No conforme con introducirse en los conductos de aire acondicionado para espiarlas, también se ha dado a la tarea de crear trampas mortales que activa por control remoto. La visita de un hombre que lo culpa de la muerte de su hermano, terminará por hacer detonar toda la locura contenida.

Cuando supe que Klaus Kinski había filmado en los ochenta una película del subgénero slasher, comencé una incesante búsqueda para, sino encontrarla físicamente, por lo menos verla, y es que la personalidad del actor alemán protagonista de películas como Nosferatu, el vampiro (1979) y Aguirre, la ira de dios (1972) es impactante, al grado de que llega uno a preguntarse qué tanto es actuación y qué otro tanto es realidad. Vale la pena recomendar el documental Enemigo íntimo (1999) de Werner Herzog, para darse una idea de la clase de loco esquizoide y paranoico que era Kinski. De hecho, incluso después de su muerte, volvió a estar envuelto en la polémica cuando una de su hijas escribió un libro donde expone sus abusos sexuales y en el que, afirma que no había ninguna diferencia entre los villanos que interpretaba el actor y la persona que era en casa. Incluso se develó que a los 24 años de edad después de intentar asesinar a una mujer, fue diagnosticado con psicopatía.


 Entonces, nos encontramos ante un hecho casi excepcional, un psicópata que canaliza su demencia a través del arte, y además lo hace bastante bien, haciéndonos creer por momentos que se trata de una buena persona. Eso por si sólo, ya es escalofriante. 

Con una larga carrera, un nombre reconocido a nivel mundial, y habiendo sido dirigido por grandes como Sergio Leone, David Lean y el ya citado Werner Herzog, Kinski realiza bajo la mano de un desconocido y mediocre  David Schmoeller, esta película de bajo presupuesto.


La premisa no era tan mala, de hecho tenía más sentido que otras del subgénero como Viernes 13 (1980), la cual tuvo mayor éxito sin contar con un verdadero actor como principal. El problema es que el realizador apostó que el histrionismo de Kinski era suficiente para sacar adelante una historia que ni siquiera por ser corta - apenas dura una hora con veinte minutos- consigue sobresaltar al espectador. El protagonista, fiel a su costumbre, se toma muy en serio su papel bordando un personaje tan dramático, que termina por quedarle muy chica la película. A él le basta con mirar a la cámara ( aplicándose un maquillaje parecido al de Heath Ledger como The Joker)  para asustar a cualquiera, pero las muertes con todo y las trampas mortales que ha diseñado para impedir que escapen las inquilinas, se ven más falsas que una escenografía para fiesta de halloween. Ni al caso emocionarse si la encuentran con la etiqueta "Sin censura" porque los asesinatos no eran impactantes ni siquiera en aquel lejano 1986. Por momentos, da la impresión de estar viendo una de esas cintas que filmó Vincent Price en el ocaso de su carrera, en las que perseguía a un grupo de hippiosos, algo totalmente fuera de lugar. 

Pese a todo, la actuación (¿o muestra de la verdadera personalidad?) de Kinski es lo único rescatable.
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